Investigaciones
históricas y arqueológicas en Cifuentes, villa
de la provincia de Guadalajara, y sus cercanías
Juan Catalina
García
–––––––– 57
––––––––
Para cumplir mejor el oficio
de cronista de la provincia de Guadalajara, y movido del deseo
de apurar en lo posible las fuentes históricas para
el desempeño de la obra que, basada en las que llamamos
Relaciones topográficas, estoy escribiendo acerca de
dicha provincia, obra cuya impresión comenzará
pronto, he visitado recientemente gran número de pueblos
de la comarca alcarreña, y como considero que la Real
Academia oirá con beneplácito, que jamás
niega en tales ocasiones, ciertas noticias de interés
relativas á su noble instituto, me atrevo á
darla cuenta, llana y breve, de algo de lo que, como más
curioso, he visto en Cifuentes y sus cercanías.
–––––––– 58
––––––––
I
Señalo ante todo el
interés de la colección de diplomas que por
rara providencia he encontrado en el archivo municipal de
aquella histórica villa. Consta de cincuenta y tres
documentos en pergamino. Algunos conservan, como peregrina
ofrenda que los siglos pasados ofrecen á nuestro estudio,
sellos de cera y plomo, de los cuales son de notar, en primer
término, los de varios monarcas de Castilla y los de
doña Beatriz, hija de Alfonso X, de Doña Mayor
Guillén y reina á la postre de Portugal, de
D. Juan hijo del infante D. Manuel, de doña Constanza
su hija, que casó con D. Pedro rey de Portugal, y de
las infantas portuguesas Doña Constanza y doña
Blanca.
Aún más interesante
que estos sellos que ennoblecen el modesto archivo cifontano,
es el que usaba el concejo de la villa en el siglo XIII, y
que consiste en ancha placa circular de cera. En una de sus
caras lleva las armas de la infanta doña Blanca de
Portugal y en otra el heráldico emblema de la villa,
muy distinto del que usó en toda la Edad Moderna: consiste
en dos flores enhiestas sobre sus tallos, los cuales surgen
de lo alto de unas ondulaciones, remedo quizá de las
colinas del suelo de la villa, mejor que de los abundantes
caudales de agua que dieron nombre al pueblo. Las dos flores,
flanqueadas de tallos aún no floridos, parecen girasoles
por lo ancho de su corola y la disposición que esta
ofrece. Este ejemplar del sello de Cifuentes es único,
según creo.
Entre los documentos citados,
son de mayor curiosidad los siguientes:
Concierto de los vecinos de
la villa para ayudarse mutuamente y pagar en común
las pérdidas que cada cual sufriese en caso de pelea
con gentes extrañas, de las que con frecuencia ocasionaban
tumultos y peleas. Cifuentes 14 de Junio de la era de 1337
(año 1299). Unido á este documento va el ejemplar
del sello del concejo.
Carta de la infanta doña
Blanca de Portugal, señora de las Huelgas, reconociendo
al concejo de Cifuentes, á su instancia, el fuero del
obispado de Sigüenza, según el cual los hombres
de setenta
––––––––
59 ––––––––
años que tuviesen heredad
no paguen fonsadera. 15 Mayo era 1339 (1301).
Doña Beatriz, reina
de Portugal, confirma al concejo el fuero y buenos usos que
tenía en tiempo de su madre doña Mayor Guillén,
y según que los tenían en Atienza. Toledo 22
Abril era 1319 (1281).
Carta de Fernando el Santo
á los de Cifuentes autorizándoles para nombrar
dos hombres buenos que guarden su mercado y castiguen á
los revolvedores y turbulentos que en dicho mercado promovían
bullicios. Valladolid 20 Marzo era 1280 (1242).
Privilegio de la infanta doña
Blanca de Portugal concediendo al concejo el fuero de [Atienza?]
Valladolid 12 Abril era 1326 (1288).
D. Juan, hijo del infante
D. Manuel (es el célebre D. Juan Manuel) confirma á
la villa todos los privilegios y franquezas que sus anteriores
señores la otorgaron. Cifuentes 2 Enero era 1367 (1329).
Exenciones de pechos que el
mismo concede á los que vengan á poblar en Cifuentes.
Cifuentes 23 de Junio era de 1355 (1317).
Carta de doña Mayor
Guillén disponiendo lo que han de maquilar sus molinos
de Cifuentes. Alcocer 17 Febrero era 1298 (1260).
Carta del concejo de Atienza
de la cual resulta que, siendo Cifuentes aldea suya, la tomó
Alfonso X para darla á doña Mayor Guillén
y que Sancho IV deshizo en parte lo hecho. Atienza 15 de Junio
de la era 1320 (1282).
Carta en que D. Juan, hijo
del infante D. Manuel, avisa á los de Cifuentes que
había dado este lugar con otros á su hija doña
Constanza en fianza de los ochocientos mil maravedís
que la había prometido para su casamiento con Alfonso
XI, y les manda que hagan pleito homenaje á aquella
señora. Madrid 6 de Abril era 1377 (1339).
Varios documentos muy curiosos
acerca del señorío de Trillo, de su adquisición
por dicho magnate y de las tropelías y despojos que
padecieron antes sus legítimas dueñas.
He sacado copia íntegra
de dichos documentos y de los demás que pertenecen
á la Edad Media.
–––––––– 60
––––––––
II
Son varios los monumentos
arquitectónicos notables que conserva Cifuentes dentro
de sus aportillados muros, aunque con señales estos
y aquellos de mayor ó menor ruina. El castillo, morada
que fué alguna vez de D. Juan Manuel, acaso seguro
cierto en trances apurados de su azarosa vida, aún
muestra en la cortina principal, cabe la única puerta
de la fortaleza, el escudo que aquel magnate heredó
de su padre, y acerca del cual disertó largamente en
una de sus obras.
Pero el monumento de gallarda
arquitectura ojival que más llama al artista y al arqueólogo,
es la única iglesia parroquial de la advocación
antiquísima del Salvador. Consta de tres naves de singular
gallardía y de ábside pentagonal. Es ojiva,
como he dicho, aunque en los biseles de sus altos ventanales
y en otras partes de su organismo arquitectónico se
ve con claridad notoria que pertenece á un período
de transición, en que el nuevo arte no se había
despojado del todo de los elementos decorativos de la arquitectura
románica. No me paro á considerar las calidades
sustanciales de este hermoso templo, ni la riqueza de un bello
púlpito de mármol esculpido, obra de la decadencia
ojival enriquecida con buenos relieves é inscripciones,
ni las particularidades de las capillas, ni las graciosas
y perfectas esculturas que casi arrinconadas se conservan
y que pertenecieron á magnífico retablo de fines
del siglo XV, digno de mayor fortuna, según acreditan
sus despojos.
Pero sí quiero manifestar
á la Academia que son ornamentos principales de este
templo, el rosetón de la fachada en que acaban las
naves y la portada que bajo él se cobija. Los arcos
reentrantes que la forman están abiertos en el espesor
del muro y se apoyan en seis columnillas por lado. La ornamentación
de los capiteles y de la archivolta que comprende los baquetones
semicirculares de los arcos, ofrece muy curiosa disposición,
porque en el lado izquierdo los capiteles (tan mal hallados
hoy, que solo después de examen minucioso descubrí
lo que representaban) figuran los pecados capitales, en símbolos
tan sencillos como vivos,
––––––––
61 ––––––––
y la archivolta á manera
de imposta de esa misma banda izquierda está cuajada
de diablos de formas y actitudes horribles ó grotescas;
por el contrario, los capiteles del lado opuesto y la mitad
de la archivolta á él correspondiente, llevan
imágenes de los divinos Misterios, caballeros, ángeles,
damas y la efigie de un obispo sobre cuya mitrada cabeza hay
una elegante cartela con la siguiente inscripción en
caracteres góticos:
Inscripción
Pero la circunstancia más
notable de esta portada románica es su misma época,
pues no pudo ser construída antes de que entrase á
gobernar la sede seguntina el obispo Andrés, que fué
en 1262, antes bien acaso se colocó allí su
imagen después de su muerte, ocurrida, según
resulta de mis investigaciones en 1268. Pero de todos modos
no hay duda alguna de que siendo de esta época la construcción
de la portada y correspondiendo al estilo ó arte románico,
el monumento demuestra de una manera ciertísima, contra
la opinión general, que, aun después de mediar
el siglo XIII, tenía dicho arte vigor bastante para
resistir el avasallador influjo de la arquitectura ojival
y producir obras tan notables y ostentosas como esta portada
y como el rosetón elegantísimo de 6 m. de diámetro
que existe encima de ella.
No describiré tampoco,
para no molestar demasiado á la Real Academia, la gallarda
torre de esta iglesia parroquial. Pero sí advertiré
que en uno de sus ventanales existe, y todavía lanza
al viento sus clamorosos sonidos, una campana, de airoso talle
y ancha boca, de unos 0,70 m. de altura y la cual llamó
al punto mi atención. Es de bronce, tiene su exterior
lleno de inscripciones, sellos de Salomón, cruces y
un sello de doble ojiva, con inscripción ilegible y
con el Cordero místico y la oriflama en el campo. Estas
labores, ó al menos parte de ellas, están hechas
con un hilo metálico retorcido y soldado al exterior
de la campana. Las inscripciones que en caracteres góticos
y en tres líneas circulares ofrece, dicen así:
–––––––– 62
––––––––
Inscripciones
Paréceme que la antigüedad
y labores de esta campana merecen que se haga aquí
memoria de ella. Nadie había fijado su atención
en este monumento.
III
Al entrar en una de las capillas
del templo, á la cual llaman de los Calderones ó
de Cerecedo, y que está cubierta por una bóveda
con aristones ojivales, puse mis ojos en un nicho abierto
á bastante altura en la pared de la derecha, como se
entra en la capilla. Tras de antigua vidriera ví en
aquel nicho una caja de madera, ó ataud, cubierto con
una tela de brocado antiguo, y á mis preguntas sobre
aquellos fúnebres trofeos, nadie supo responder. Pero
á la hora satisfizo mi curiosidad una inscripción
abierta sobre una losilla de alabastro, en que leí
lo siguiente, deshechas sus numerosas abreviaturas y siglas:
«Aqui estan colocados
los guesos del Ill.mo Señor Don Frai Diego de Landa
Calderon, Obispo del Yucatan. Murio año de 1572. Fue
sexto nieto de Don Iban de Quiros Calderon, que fundo esta
capilla año 1342 como consta de la fundacion.»
En quien, como yo, profesando
la arqueología, tiene aficiones americanistas, y aplica
sus mayores empeños á enaltecer las glorias
de su comarca natal, había de producir la lectura de
esta inscripción vivísima alegría. Me
hallaba, en efecto, ante los restos mortales de aquel varón
insigne, que después de provechosas misiones en las
regiones del Yucatán, fué premiado con la mitra;
del perspicuo intérprete de las antigüedades y
de la escritura yucatecas; del autor de la Relación
de las cosas del Yucatán, que publicada primero por
Brasseur de Bourbourg, y después y por modo más
fiel y completo por mi ilustre maestro el Sr. Rada y Delgado,
ha sido fuente á que los sabios naturales y extranjeros
acudieron desde que apareció la obra en la biblioteca
de la Academia,
––––––––
63 ––––––––
para las disertaciones sobre
antigüedades y códices del Yucatán, aun
cuando, cosa digna de reprobación, alguno haya caído
en la flaqueza de enturbiar esa misma fuente en que había
bebido á su sabor. Por el contrario, merece aplausos
el patriotismo del Sr. Rada, por la justicia con que ha escrito
del ilustre obispo alcarreño.
Ni en el pueblo se sabía
quién era aquel muerto, ni se había leído
la inscripción que lo anunciaba, ni se sabe cuándo
fueron traídos los restos del obispo desde América,
donde murió, á su lugar natal.
Pedí licencia al señor
cura párroco para abrir el ataud, y en presencia de
dicho señor, del alcalde y de las personas de más
autoridad é ilustración de Cifuentes, se desclavó
la caja mortuoria con la cristiana reverencia que el caso
requería. Solo hallamos la osamenta, y por las dimensiones
del ataud se comprende que no fué hecho para contener
todos los mortales despojos del prelado, sino sus descarnados
huesos. Causó en los presentes cierta admiración
la perfecta contestura del cráneo, el mejor conformado
que vieran dos médicos presentes en el acto.
Comprenderá ahora la
Academia cuán satisfecho estaré de poder darla
noticia del paradero de los huesos del Obispo Fr. Diego de
Landa. Parece que existe, aunque perdida, la escritura de
cierta fundación suya, en la cual escritura habrá
noticias que aumentar á las poquísimas biográficas
que de él conocemos. Por mi encargo se busca tal documento,
así como los que puedan referirse á la translación
á Cifuentes de los restos que allí se conservan.
IV
A hora y media de Cifuentes,
á la siniestra mano de un arroyuelo que pasa cerca
de Ruguilla, y que á poco cae en el Tajo no lejos del
histórico monasterio de Ovila, se estrecha el vallecillo,
por donde el arroyo corre sus aguas, pero no tanto que entre
su margen izquierda (que el socavar de los siglos ha hecho
talud de bastante altura) y la falda de las lomas, no haya
una heredad de labranza de pocos metros cuadrados. En este
lugar estrecho, que estará apartado de Ruguilla no
más de 2 km., es donde se hallan
––––––––
64 ––––––––
las señales notorias
y los restos de un antiquísimo cementerio.
Llamado á su examen
por la solícita amistad de los Sres. Serrano, de Ruguilla,
uno de ellos individuo del Cuerpo de Archivos, Bibliotecas
y Museos, y acreciendo mi natural curiosidad aquel llamamiento,
me transladé desde Cifuentes al sitio de las antiguas
sepulturas é hice en él algunas excavaciones,
convenciéndome pronto por el número de urnas
cinerarias antes y entonces descubiertas, que aquello fué
una verdadera necrópolis. Su casual hallazgo no remonta
á largos años, y de sus primicias disfrutó
el docto académico Sr. Vilanova, á cuyo poder
llegaron, según mis noticias, una campanilla de bronce
y dos ó tres urnas.
Quizá pasaron de catorce
las que yo encontré y más pueden hallarse aún,
pero aun cuando algunas aparecían enteras y en la disposición
vertical en que fueron colocadas, tuve el desconsuelo de que
todas se rompían en cien pedazos al tratar de sacarlas
cuidadosamente. Examinada la masa de tierra, ceniza y huesos
á medio calcinar de que estaban repletas, solo encontré
dos fíbulas, un broche, una laminilla retorcida por
el fuego y algunos restos de fíbulas, todo ello de
cobre.
Son las urnas vasos de ancha
boca y de dimensiones varias, aunque ninguna excederá
de 0,30 m. de altura; de barro, sin ornamentación,
pero bien labradas á torno. Estaban cubiertas ó
por una piedra plana, ó por un ancho plato de barro
á manera de pátera. Para asegurar su posición
vertical se las puso un refuerzo de tres ó cuatro cantos,
porque eran de base estrecha y aun alguna puntiaguda.
¿A qué época
pertenece esta que podemos llamar necrópolis de Ruguilla?
¿Es enterramiento de los hombres prehistóricos
de la edad del cobre, como parece denunciar la naturaleza
de los únicos objetos de metal hasta hoy allí
encontrados?
Como no intento hacer una
disertación acerca del asunto, solo me permito manifestar
que soy opuesto á esta hipótesis, y que, apoyando
mi parecer en la perfección con que están labradas
las urnas, en la elegancia relativa de sus líneas y
de los platos con que se cubrieron, y más que todo,
en la labor y formas de los mismos objetos de cobre, creo
que se trata de la necrópolis de algún lugarejo
donde la civilización romana había ya penetrado.
Y
––––––––
65 ––––––––
si asentimos á que
el lugar estaba poblado por gente celtíbera, sería
en aquella época en que esta vivía bajo el influjo
de la cultura latina.
En la loma de enfrente y á
menos de un cuarto de hora del cementerio antiquísimo
en que me ocupo, hay señales de población, como
son cimientos de varias casas de planta angosta y un andén
de piedras por donde llegaba á este sitio un camino
desde el valle, y precisamente en la dirección de la
necrópolis. A aquellas ruinas, apenas perceptibles,
á no estar advertido de antemano, llaman los del país
Los Villares, nombre harto significativo para que deje de
constar en esta ocasión. Presumo que allí existiría
el vico, mansión ó villa á que la necrópolis
perteneció.
El ser solo de cobre los objetos
tampoco puede alentar la opinión de que son prehistóricos,
pues solo prueban ó que han resistido mejor que los
otros metales la acción del fuego y de la humedad,
ó que el cobre fué usado con preferencia por
aquellas pobres gentes para los adornos de sus vestiduras,
lo cual me parece más cierto que ninguna otra cosa.
En más razonamientos
pudiera fundar mi parecer, si no temiese molestar á
la Academia y si no contrariara con ellos mi propósito
de darla sencilla cuenta de mis exploraciones.
Si la Academia acoge con su
genial benevolencia este relato, consideraré como muy
dichosos las investigaciones y hallazgos á que se refiere.
Madrid 6 de Diciembre de 1889.
Investigaciones históricas
y arqueológicas en Cifuentes, villa de la provincia
de Guadalajara, y sus cercanías
Juan Catalina García
pincha
para ampliar
fuente: Biblioteca Miguel de Cervantes
www.cifuentesNET.com

|